La Prensa
Por: Daniel R Pichel - Abril 27, 2025
Con la muerte del papa Francisco se cierra un capítulo muy interesante en las relaciones de la Iglesia católica con el resto de la sociedad. Jorge Mario Bergoglio fue el primer papa latinoamericano, el primer papa jesuita y el primer papa que tan abiertamente cuestionó la vida de lujos y opulencia que caracterizaba al papado.
Para los estudiosos de los años en que el papa Francisco dirigió la Iglesia católica, el consenso general es que debe ser caracterizado como un reformador. Desde el primer momento, estableció una visión muy humana y abierta al diálogo con todos los grupos que forman parte de los 1,400 millones de personas que se definen como católicas.
El día que fue nombrado sumo pontífice, Bergoglio se definió a sí mismo como alguien que venía del fin del mundo. Mucha gente lo interpretó como una referencia a que provenía de Argentina, en el extremo sur del continente americano. Pero el tiempo hace pensar que el papa se refería también a muchas de las ideas que traía en su cabeza y que pretendía implementar en una institución que, con más de 2,000 años de existencia, ejerce una enorme influencia en la conducta y en las decisiones de muchas personas y países.
Su primera decisión ya dejaba ver cuál era la brújula que guiaría su conducta. Al ser el primero en adoptar el nombre Francisco, dejó clara la importancia que daría a los pobres, los olvidados y la naturaleza. La referencia a San Francisco de Asís sería reforzada por las medidas que tomaría durante los 13 años que estuvo a la cabeza de la Iglesia católica.
Pero este individuo sencillo, tremendamente cercano a las personas y que, según se cuenta, era frecuente ver en el comedor del Vaticano haciendo fila y llevando su propia bandeja, también tomaría decisiones que generaron dudas entre los católicos más apegados al dogma tradicional. Algunos cardenales cuestionaban su forma sencilla de vestirse, que comenzó por seguir utilizando sus zapatos de siempre en lugar de los lujosos zapatos rojos que hiciera famosos Benedicto XVI. Del mismo modo, mandó cambiar el mobiliario para sentarse en una silla sin ningún lujo, pues siempre insistía en que la Iglesia debía dar prioridad a los pobres y a los más necesitados.
En lugar de mudarse al Palacio Apostólico, decidió seguir viviendo en la misma residencia para curas donde se había hospedado previamente cuando viajaba a Roma. Muchísimas anécdotas se contaron sobre la sencillez de este cura bonaerense, fanático del fútbol y del equipo de sus amores, San Lorenzo de Almagro, amante del tango y con título de químico, que a los 21 años decidió entrar al seminario para iniciar una carrera religiosa que lo llevaría al más alto cargo dentro de la Iglesia mundial.
Pero fueron muchos los momentos en que Francisco opinaría y daría declaraciones que generaron cierto grado de inconformidad en la cúpula de la Iglesia y entre los católicos más tradicionalistas. Cuando, ante una pregunta sobre su opinión de la homosexualidad, respondió: "¿Quién soy yo para juzgar?", muchos lo interpretaron como un apoyo a un grupo que habitualmente había sido señalado por la Iglesia como pecador. Del mismo modo, pidió a los sacerdotes que bendijeran a las parejas del mismo sexo, aunque en ningún momento habló de reconocer el matrimonio que no fuera entre un hombre y una mujer.
Mientras esto pasaba, dejaba clara también su oposición al aborto y a la eutanasia, haciendo algunas declaraciones bastante estrictas en este sentido, como llamar "asesinos" a los profesionales de la salud que las practicaran. Asimismo, abrió algunos cargos de jerarquía dentro de la esfera vaticana a religiosas, lo que muchos interpretaron como una clara apertura hacia la inclusión de las mujeres en el sacerdocio.
Hubo también temas que fueron prioridades para el papa Francisco. El ataque frontal a los abusos de los sacerdotes contra niños y niñas fue criticado directamente y sin disimulo alguno. Llegó a nombrar una comisión de investigación de los casos de pederastia, en la cual participaron víctimas de esos abusos, lo cual incomodó a algunos obispos que consideraban que debía ser un tema tratado únicamente dentro de la justicia eclesial y no en la justicia común.
En general, los católicos con ideas más progresistas, al igual que los no creyentes, admiraban las decisiones que tomó el papa, mientras que los más conservadores decían: "a mí no me gusta este papa". Algunos grupos muy poderosos dentro de la Iglesia, como el Opus Dei, que había sido abiertamente apoyado por Juan Pablo II, encontraron en Francisco a alguien que les restó jerarquía, sometiéndolos a una supervisión más directa del Vaticano y obligándolos a presentar informes y reportes de los que previamente estaban eximidos.
Hubo temas en los cuales el papa Francisco se involucró directamente: los migrantes y la protección de la naturaleza fueron puntos prioritarios de su labor apostólica. Viajó a lugares con poblaciones católicas muy pequeñas y nunca dudó en visitar cárceles y hospitales para conversar y brindar apoyo pastoral a enfermos y privados de libertad.
Pero la duración del legado de Francisco de cara al futuro de la Iglesia católica lo sabremos después del cónclave que comenzará durante el próximo mes. Durante estos 13 años, se limitó la votación a los cardenales menores de 80 años. Del total de 135 cardenales que podrán participar en el cónclave, 108 fueron nombrados por Francisco, 22 por Benedicto XVI y solo cinco por Juan Pablo II.
Lo verdaderamente importante será si el próximo papa continúa con las políticas de apertura que Francisco comenzó o si se da un paso hacia atrás con el objeto de reforzar los dogmas tradicionales. Algunos cardenales aspiran a que la misa vuelva a ser en latín, que el sacerdote esté de espaldas a los feligreses y que las mujeres deban vestir velo para entrar en la iglesia. De hecho, en Estados Unidos ya hay algunas diócesis donde se han impuesto estas normas por parte de obispos que se oponen a la visión de Francisco, compatible con las ideas que surgieron del Concilio Vaticano II, convocado por Juan XXIII en 1962.
Como siempre, ya aparecennombres entre los supuestos "favoritos" para suceder a Jorge Mario Bergoglio. Entre los más mencionados están el cardenal filipino Luis Antonio Tagle y el italiano Matteo Zuppi como los más progresistas; el italiano Pietro Parolin y el ghanés Peter Kodwo Turkson entre los moderados; y el norteamericano Raymond Burke junto con el alemán Gerhard Müller como los archiconservadores más antagónicos a la línea de apertura del papa Francisco.
Después del cónclave, sabremos realmente si los cambios y reformas que comenzó ese papa argentino, de sonrisa constante y ajeno al protocolo, podrán prolongarse en el tiempo.
Cardiólogo Clínico y Ecardiografista en Cardiólogos Asociados de Panamá y Hospital Paitilla. Profesor de cardiología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Panamá. Director Fundador del Museo de la Libertad y los Derechos Humanos de Panamá. Es miembro del Movimiento Ciencia en Panamá y del Club Rotario Pacífico. Panelista invitado en programas de opinión de radio y televisión. Desde 1997 es columnista regular de la sección de Opinión del Diario La Prensa.
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